lunes, 11 de octubre de 2021



Llevo media vida, si no es la vida entera, intentando poner en orden  este tropel de palabras que se atropellan en cada respiración, en cada tropezón o en cada paso del camino de lo cotidiano.

No me resulta tarea fácil ni sencilla, ni exenta de cierta angustia. El azahar me quiso regalar el dón de la imagen semántica, el poder de ponerle otras palabras a las palabras; y al mismo tiempo, la dificultad de una ortografía insurrecta,  de un pozo obscuro para los nombres, e incluso de un baile desordenado para las letras, que ralentiza mí escritura y mí lectura dejando la imagen de mí misma salpicada de incompetencia y de vergüenza.

En el fondo de mí, llevo sabiendo desde siempre que un día escribiría. Mejor dicho, que un día publicaría, porque escribir, nunca he dejado de hacerlo. Y quizás, haya llegado el tiempo de agua mansa, tanto tiempo deseado, en el que me atreva a concretar mi más íntimo deseo.

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